La relación con Bea por supuesto que no prosperó. No se si te llegó la noticia del casorio. Puro cuento. Me dio así su limosna de UE a condición de que pagara el sobrepeso. No hubo ninguno. No hubo nada más. Pero firmé un pliego de condiciones. Fuera de joda.
La paranoia de los Ossis con respecto al poder es sólo comparable a la mía. Cuestión que me hice de papeles –una calcomanía en el pasaporte que te permite permanecer y trabajar– y lo primero que hice fue presentarme en el Arbeitsamt a pedir laburo creyendo –me había informado mal, dijeron luego– que como padre de familia alemán, me darían un subsidio... ¡Ah, los buenos mecenas de la socialdemocracia!
Neee. Nain. Niet. Nix.
Pero me atendieron muy bien. Las tres o cuatro veces que fui, que tuve que ir, al pedo. Ahora, no te creas, un respeto. Te tratan de Usted: Usted no puede cobrar como desempleado por la sencilla razón de que nunca estuvo empleado. Pero su mujer tiene un hijo, así que podrían tranquilamente pedir Ayuda Social.
Tranquilamente puede uno esperar en la sala de espera del Sozialamt en la sección Sozialhilfe y fumarse un paquete de fasos en el recinto de fumadores. Tranquilamente puede uno presentar interminables pilas de papeles durante cuatro larguísimas esperas, preludio de muy breves entrevistas.
No. Neee. Nix.
Primero: Su mujer tiene ingresos… (–¡Le juro que son regalos que le hace una novia que tiene!) …que no corresponden con su Status de Estudiante.
Segundo: ¿De qué ha vivido usted todos estos años?
Tercero y Cuarto: ¿Dónde está su declaración de impuestos?
Agotados mis trámites en el Sozialamt había perdido toda esperanza de vivir de la política y sus sinecuras.
Para colmo ya no era ya tan fácil conseguir una changa. Por ejemplo: mi viejo ganapán de mozo en el Kabaret Voltaire, ahora que tenía papeles, nones… Paradójicamente, siendo legal, es todo mucho más dificil: ahora me pedían Status de Estudiante (triquiñuela de los bolicheros para no pagar impuestos).
Un moño.
Una mañana Mitra me habló del Freitodamt: una Organización No-gubernamental que se dedica a asistir y ayudar al suicida terminal.
Mitra dixit: “Te dan buen dinero –a tus deudos o a quien tu designes– si te matas cómo y dónde ellos te indican. Te organizan, digamos, como solo los alemanes saben hacerlo, tu acto final... Un espectáculo que mucha gente desea ver, mucha más de la que tu te imaginas. No sé cómo te guste a ti la cosa pública...
“Nooo, por un suicidio en soledá no hay ná, si te rajas las venas en el cuarto de baño o te ahogas con gas solitico en la cocina o te tragas un tiro, ellos no te dan ni las gracias porque para ellos la gracia es que tu muerte esté al servicio de una ceremonia colectiva que ya te van a explicar en detalle...
“Generalmente eligen torres en bonitos lugares que puedan cobijar a mucha gente: la Fehrnsehenturm en Alexanderplatz o la torre de Grünewald o la de la Funk...
“Ya tu ves: si como suicida ellos ven que realmente prometes, pues te puede llegar a tocar la nueva cúpula vidriada del Reichstags, que es el summun.
“Te anotas y luego ellos te llaman o te dicen que cuándo tienes que presentarte.
“Eso sí: tienes tu que esperar entre uno y seis meses. A veces está duro porque hay sobreoferta –en invierno por ejemplo– y claro, tampoco les conviene que la gente se mate tanto... Cuatro mensuales es el tope, por ley.
“Aprovecha ahora, aprovecha el buen tiempo. En primavera es más rápido, nadie se encajona en mayo. Eso si, el trámite, como todos aquí, ya tu sabe, es una vaina compleja...
“¿Que porqué sé yo tanto de todo eso? Te acuerdas tu del Richar, el ex de la Maike, pues el muy pendejo, que ya se había anotado, no pudo esperar, estaba tan deprimido el huevón que se tiró bajo el S-Bahn, cerca de la estación de Pankow y no cobró ni un Marco, que en esos tiempos todavía había Marcos, el pobre...”
Entonces fui y me anmeldé. Me anoté en el Freitod Programm no sólo por desesperación, por ponerle piso a una situación que parecía no tener techo... También porque vi una posibilidad de cristalizar el proyecto Annabi, de dejar en manos eficientes (¿qué más eficiente que la Socialdemocracia?) la «Escritura de Dios», la maravillosa obra de mi viejo y extinto amigo Abdeljamid.
La idea era invertir el dinero que me dieran por el salto mortal en algo así como una Stiftung Abdeljamid Annabi y desde allí divulgar las «Páginas» (Llevo años buscando apoyo. Lo único que consigo es, o una total incomprensión y/o desinterés, o bien la mirada desaprobatoria acompañada de un: ¿no pensó acaso en las consecuencias nefastas que esto puede acarrear? ¿no comprende que esas desatinadas imágenes lastiman la delicada epidermis de las relaciones del Islam y el mundo judeocristiano? Neee. Nain. Niet. Nix).
Después de todo no me asombró que hasta tuvieran sopesada la desesperación del suicida, con sus categorías de novato o reincidente… Ni siquiera ese esquema con los niveles de necesidad de los deudos. Pero, para decirlo como Mitra, el sistema tiene muy pocas rajas. Y a mi me jugó en contra mi propia trampa: si me dejaba caer de alguna de las estratégicas torres que figuran en las listas, la única beneficiaria sería Beate.
Scheiße. Tenía incluso ya elegida la pequeña torre del faro de Potsdam, no solo por sus austeras líneas habsbúrguicas y sus maravillosas inmediaciones, sino también como homenaje al caballeresco pistoletazo doble de Heinrich von Kleist que aún resuena por allí cerca.
También esta elección fue un error. En la lista de marras no figura la torre del faro por ser demasiado baja (a lo sumo te quebrás las gambas lo cual al fin resulta oneroso para el estado y las Krankenversicherung privadas, es decir, las obras sociales patrocinantes).
Adios Proyecto Annabi, me dije.
Cuando abandonaba las oficinas del Freitodamt me chistó una cara que a poco de empezar la charla me acabó resultando conocida: Nos conocemos del KV (el Voltaire), me dice… ¿Vos no sos el mozo del KV? Si, le contesté, ¿y vos sos...?
Y era él nomás. Karl o Karsten o Knut, ya ni me acuerdo.
Hay alguien buscándote, me dijo. Vos cantabas Tango, ¿nicht war? Los del Trío Tangustia andan buscando cantor...
A la semana siguiente empezaron los ensayos y a los quince días estábamos de gira por las milongas sureñas –Munich, Regensburg, Stuttgart, Köln– destrozando hermosas y antiguas partituras del cancionero popular de ayer, de hoy y de siempre.
Y la tangarcha duró todavía unos meses. Meses con su pan bajo el brazo y sus litros de escabio (no sé si tomábamos tanto para soportar lo mal que sonaba o si sonaba tan mal por tomar tanto).
Al menos era una vida leve, de sólo echar centavos en la ranura.
Seguramente hubiera seguido así si en una de esas vueltas, sin previo aviso, a quemarropa, no van y me llegan los papeles del divorcio.
Estábamos en Hamburgo, me acuerdo, con un laburito medio rasca pero que iba a dar para pasar el invierno.Vos viste como es la paranoia del sudaca, escupe perdigones invisibles en la piel más tersa y tiene doble caño (pero como en los duelos, uno acá y el otro allá enfrente...), quiero decir, al mandarme los papeles a una dirección que yo ni siquiera sospechaba que ella tuviera, la persecuta de Bea disparó mi propia paranoia a niveles especulares. Y ya se sabe cómo es la cosa: firmás el divorcio y al toque te llega una cartita invitándote a abandonar, si o sí, so wie so, el país y la dorada UE.
Pibe: tenés seis meses para volver al culo der Welt («Das Boot ist voll» -el bote está lleno- dicen los muy turros autoproclamándose Noés en un diluvio que impulsan ellos).
Abandoné a los muchachos sin aviso (todavía me deben estar puteando...) y me espianté en la dirección contraria de Boddhidarma, hacia donde los abogados y los BEAmten nunca pudieran encontrarme.
6 de abril de 2007
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