28 de agosto de 2007

KURTIEMBRE

El anarcosindicalista alemán Kurt Gustav Wilckens jamás había empuñado un arma. Era tolstiano y como tal, vegetariano y pacifista. Desertor de la Gran Guerra, emigró a los Estados Unidos. Algunas versiones sostienen que en 1919 andaba por Chicago, trabajando en una enlatadora de pescado de la que fue despedido -y más tarde deportado- por encabezar un boicot junto a otros operarios.
Hasta aquí las fuentes derrapan en la incerteza y se contradicen.
Lo cierto es que en el 21 llega a Buenos Aires.
El 25 de enero de 1923, en el barrio de Palermo, asesina al Coronel Varela, principal responsable de la matanza de más de mil trabajadores en las huelgas patagónicas de 1921.
Venganza clasista criminal para algunos, heroico arrojo justiciero para otros, estas acciones individuales eran ya tradición entre los libertarios. Similar al caso Radowinsky de unos diez años antes: un militante se ofrece secretamente como victimario o instrumento de un acto simbólico colectivo que los anarquistas denominan Justicia Proletaria.
El atentado fue fría y solitariamente preparado por Wilckens. Para evitar comprometer a sus dos compañeros de vivienda y militancia les ocultó su plan. Aprovechando la gran influencia que ejercía sobre ambos, los convenció de emprender un viaje. El Polaco se fue a España. A Morán, criollo de cepas bonaerenses, lo mandó a Alemania. Haciendo uso de sus contactos con el movimiento libertario alemán –era corresponsal de dos diarios anarquistas, uno de Hamburgo y otro de Berlín– consigue ubicar a Morán en la capital de la República de Weimar.
Es en Berlín donde Morán se entera del atentado justiciero pergeñado por su amigo y meses después, de su asesinato en la cárcel, en manos de un miembro de la Liga Patriótica.
Difícil entender cómo se siente. Lo suponemos a los manotazos en medio de un paroxismo de contradicciones: tan orgulloso como triste, tan traicionado como agradecido, tan inútil como usado. Es decir, se siente un pelotudo. Comprende recién ahora el verdadero motivo de su viaje.
Ahora bien: nos escribe Feliciano Salazar desde algún rincón del caribe formoseño y nos dice: »Sería interesante saber algo más del pasado sudaca de Morán. Un párrafo al menos«.
Estamos a punto de cumplir con su pedido, querido Feliciano, cuando, mirando en perspectiva el mapa existencial de nuestro héroe, advertimos un inexplicable salto cronológico.
Es decir: los números no cierran: Morán salió de Buenos Aires en octubre del ´22, no ha cumplido todavía dos años en Berlín y ya estamos en 1929.
Cosa e´mandinga.
(Uno a veces se mira las manos, la palma de las manos y no encuentra ni la línea sentenciosa y reparadora de lo sucesivo ni el rayo revelador de lo simultáneo y comprende que a ciegas pero ágil, rápidamente, debe tomar ciertas medidas, subrepticias, de una parcialidad tan pasmosa que han de quedar impunes).
Queridos lectores: aquí y ahora nos ponemos de pie y decimos: Es llegada la hora de aclarar ciertas cosas con la firmeza y la vertiginosa seguridad de los fundamentalistas y de los manifiestos de vanguardia: Éste y otros misterios jamás serán aclarados.
Ojo: aquí no se le pide al lector ningún acto de arrojo. Tampoco se nos acuse de falta de generosidad o de maltrato o de conminar a la complicidad o al cohecho.
Se trata apenas de arrojar al fuego varios almanaques y, tal cual el lector salteado, pasar ese centenar de páginas en blanco y asomarse al aquí y ahora que proponemos, es decir, ver qué pasa en el Berlín del ´29.
Por el momento anotamos lo más obvio: primera gran crisis del capitalismo. Las consecuencias de la Depresión y la incompetencia de la coalición serán desastrosas para la República de Weimar. El Nacionalsocialismo crece y se fortalece al calor de la estupidez de los democristianos, la izquierda y la socialdemocracia. Aparece Berlín-Alexanderplatz de Alfred Döblin. Se cumplen diez años del asesinato de Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht.
Y en medio del cambalache claroscurista nuestro andrajoso muñeco.
Si. Como ya se dijo más arriba, Morán está forfai. Atormentado por ideas y sentimientos que no entiende, lleva un par de años en la capital alemana sin saber bien cómo ni porqué. Trabaja como un burro en una fábrica y milita incansablemente junto a su amiga Clara.
A propósito, puede ser que más de un dato sea históricamente falso. A veces por desconocimiento, por distracción, por negligencia. Otras, las menos, por necesidad narrativa. Esperamos que a nadie le importe mucho.
En una proporción similar, algunas de las cosas que se cuentan son ciertas y otras no.

No hay comentarios.: