10 de abril de 2007

GOTTSCHRIFTART

Consulté también otras fuentes, sobre todo familiares, pero la mayor parte de la información la obtuve escuchando su voz, su apenas audible, cascada, dulce voz.
Al hablar parecía empujarse con leves pulsaciones de sus dedos, como un sístole-diástole cuya cresta temblara en la punta de sus largas uñas. Lucía un correctísimo y arcaico alemán.
Piadoso, comprensivo con lo que él consideró siempre una exageración o un esnobismo: mi interés por su persona y obra, luego de muchas horas de lentas charlas, me fue revelando las coordenadas de su biografía:
Abdeljamid Annabi nace en el puerto de Bizerte en 1881.
Huérfano a los cuatro años, es criado en el orfanato Saint Bernadette, cerca de la ciudad de Túnez y educado por trapenses franceses.
Especialmente por un misionero bearnés, Jules Armand Larregle, su tutor y maestro (más tarde su amigo).
Con él aprende latín y griego. Gracias a la amplitud de criterios de Larregle –y al talento innato de Annabi para las lenguas– lee los Evangelios en francés, el Corán en árabe y los clásicos griegos y latinos.
Recomendado por Larregle, a fines de 1893 se encuentra en Hissarlik, en el estrecho de los Dardanelos. Tiene sólo doce años. Ayuda en las excavaciones del “Tesoro de Príamo”. La empresa, que desentierra con sorpresa varias Troyas, está a cargo del arquitecto Wilhem Dorpfeld, mano derecha del millonario helenista H. Schliemann, recientemente fallecido.
A partir de aquel primer empleo la vida de Annabi da un vuelco decisivo. Se convierte al cristianismo protestante (años más tarde al ortodoxo), menos seducido por su teología que por la influencia de Larregle y la paternal amistad que le dedica Dorpfeld, su nuevo maestro y mentor.
En la biblioteca del Museo Volkswang Essen, de Essen, puede consultarse una carta enviada por el arquitecto desde Hissarlik a su amigo, el académico vienés Helmut Jüngen. Allí hace referencia a un tunesisches Kind, a sus inclinaciones y talentos, a quien reconoce como su protegido:
“Debería usted ver sus pictogramas y bocetos de campo; sus dibujos y caligrafías. Es apenas un niño (...) usted no lo creería. Es un copista de asombrosa habilidad. En una libreta que le obsequié copia toda clase de cosas, sobretodo escrituras antiguas. Nos es de gran ayuda en la taxonomía del material hallado”.
Cuando las excavaciones finalmente se suspenden, debido a repetidas desavenencias con el gobierno turco, Annabi abandona el campamento en la colina de Estrabón y regresa a Tunez.
En 1905 lo encontramos empleado en una ignota oficina portuaria de la isla griega de Limnos, no lejos de la boca del Helesponto.
En estos años realiza los primeros esbozos de su futura producción gráfica.
Durante los diez años que permanece en el puerto de Mírina, la “idea” de la Escritura de Dios madura, al menos en su aspecto conceptual. Es allí donde nacen los primeros ensayos fotográficos que habrían de ser la base estructural de las »Páginas« que comenzará a producir a partir de 1913, en su retiro del Monasterio Vatoped del Monte Athos.

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