
Él mismo lo cuenta, sin embozo. A Pil le gusta hablar de sus orígenes. Aún hoy no consigue olvidar el olor de aquella lana ni las contracciones provocadas por los dedos autómatas de las instructoras.
Había también una cadera de plástico, recuerda, una réplica de la pelvis -más chica que el original, como de niña- que incluía los ilios, el sacro, el isquio y sobretodo, incluía el vacío, el estrecho pelviano por el cual Pil nacía, una y otra vez, varias veces al día, desembuchado de un vientre tejido a dos agujas, rozando peligrosamente el coxis.
En esa vida prenatal vicaria; en esos ensayos simétricos de la potencia; en esos alumbramientos seriales sitúa Pil el tesoro de sus sensaciones en bruto, la fuente donde el ser y el no ser son indisolubles y producen una música que describe como un loop de dolorosa felicidad.
Ilustra: Chinesische Puppe, Sergio Gobi, 2009
No hay comentarios.:
Publicar un comentario