Pil creció contra todo pronóstico. Se ha convertido en un muchachote sano y enérgico y, sobretodo, en un verdadero artista. Cuando lo conocí era un bebito descoyuntado. Llegó de la capital con la encomienda de los desechos: un muñequito ñapango, casi negro, con los miembros y la cabeza de plástico y el cuerpo de tela marrón relleno de estopa. Con ese aspecto trabajó durante años en cursos de preparto, como piloto de pruebas de las comadronas. Fue concebido para eso. Las instructoras de un instituto de obstetricia lo utilizaban para adoctrinar a los futuros padres acerca del proceso de gestación y nacimiento. Lo presentaban escondido adentro de una manga de lana que hacía las veces de útero.
Él mismo lo cuenta, sin embozo. A Pil le gusta hablar de sus orígenes. Aún hoy no consigue olvidar el olor de aquella lana ni las contracciones provocadas por los dedos autómatas de las instructoras.
Había también una cadera de plástico, recuerda, una réplica de la pelvis -más chica que el original, como de niña- que incluía los ilios, el sacro, el isquio y sobretodo, incluía el vacío, el estrecho pelviano por el cual Pil nacía, una y otra vez, varias veces al día, desembuchado de un vientre tejido a dos agujas, rozando peligrosamente el coxis.
En esa vida prenatal vicaria; en esos ensayos simétricos de la potencia; en esos alumbramientos seriales sitúa Pil el tesoro de sus sensaciones en bruto, la fuente donde el ser y el no ser son indisolubles y producen una música que describe como un loop de dolorosa felicidad.
Él mismo lo cuenta, sin embozo. A Pil le gusta hablar de sus orígenes. Aún hoy no consigue olvidar el olor de aquella lana ni las contracciones provocadas por los dedos autómatas de las instructoras.
Había también una cadera de plástico, recuerda, una réplica de la pelvis -más chica que el original, como de niña- que incluía los ilios, el sacro, el isquio y sobretodo, incluía el vacío, el estrecho pelviano por el cual Pil nacía, una y otra vez, varias veces al día, desembuchado de un vientre tejido a dos agujas, rozando peligrosamente el coxis.
En esa vida prenatal vicaria; en esos ensayos simétricos de la potencia; en esos alumbramientos seriales sitúa Pil el tesoro de sus sensaciones en bruto, la fuente donde el ser y el no ser son indisolubles y producen una música que describe como un loop de dolorosa felicidad.
Ilustra: Chinesische Puppe, Sergio Gobi, 2009
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